EL PULPIRAÑO MAGALLÁNICO
Como dice el dicho lo prometido es deuda chiquillos de moledera. Esta es mi primera crónica escrita que no la escribo yo sino mi lechuza fiel "Eulalia". Además para los que no me conocen odio la computación así que ni leeré este escrito.
Por allá en el año 30 en el ejercicio de mi profesión de médico, en la pampa magallánica escuché en boca de muchos marinos la existencia de extrañas sombras que acechaban a sus frágiles embarcaciones. La verdad sea cierta, para mí aquel fenómeno se debía al efecto de la luna en el mar, la marea brava.
Al entrar en confianza luego de tomar algunas copitas de aguardiente con mate y charqui de huemul me desafiaron estos habitantes a conocer aquella sombra marina. Luego del mate vino el barril, pues cada consulta se me pagaba en vituperios y no en billete. Bueno, se me va un poco la onda…. Como les iba contando medio mareado por la charla decidimos ingresar a la mar.
En un bote para 3 personas, la verdad es que estaba ya bien mareado y mis comensales que eran 7 poco a poco se iban cayendo en el camino como soldados de guerra. Todos estaban muy temerosos. Cuento corto salí a la mar solo con mi infaltable compañera Eulalia. El agua estaba brava, una fuerte corriente succionó el bote varios kilómetros mar adentro. Las olas alcanzaban los 8 metros de altura.
Con el movimiento tuve que expulsar todos los manjares que circulaban en mi estómago. Veía todo borroso y Eulalia no dejaba de aletear y decir: "Doctor, Doctor usté está loco como se le ocurre salir mar abierto en ese estado". Quédese callada lechuza mal criada le respondí. Como científico tengo que probar que esa sombra no existe. En ese instante emergió del manto acuático un una isla gelatinosa de color verde fluorescente. Paralizado me dije a mis adentros encontré la Isla de Friendship seré millonario… ja ja ja. Pero de aquella aparición surgieron unos tentáculos enormes que se movían más rápido que el oleaje.
Debo decir que me asusté y Eulalia volcó sus sus jugos intestinales en mi frente. Aquella criatura era el Pulpiraño Magallánico que al notar nuestra presencia trató de acercarse a nuestro humilde bote. Poco a poco se acercaba emitiendo unos silbidos ensordecedores… no recuerdo más detalles pues como ustedes saben se me corre el coágulo y han pasado muchos años de aquella heroica hazaña.
Lo que sí me acuerdo es que por la madrugada amanecí a la orilla de la playa con la ropa toda mojada y un gran malestar en mi estómago, el agua de mar y el azote de aquel monstruo me dejo totalmente liquidado, pese a poseer en aquellos años gran fortaleza física y valentía de espíritu.
Se despide su servidor, el Doctor Morton ¡¡¡ja ja ja!!!!!!
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